martes, 6 de diciembre de 2011

“Reyezuelos autoritarios africanos”, mucho más que un prejuicio, una fantasía

Jordi Tomàs es antropólogo, investigador del ISCTE-Lisboa y del CEA y conoce perfectamente la cultura y la sociedad diolá de la Casamance (Senegal) sobre la que ha trabajado durante años. Por eso, en su sesión sobre “Identidad y etnicidad” del curso “Àfrica Sudsahariana. EspecificitatsCulturals i Desenvolupament” organizado por el CEA, no pudo ocultar un cierto tono de rabia al decir que le molestaba profundamente cuando en televisión escuchaba hablar de los “reyezuelos autoritarios africanos”. Se trata de una imagen muy extendida, un impacto fácil para los medios que pretenden ser efectistas y que encaja perfectamente con el imaginario occidental sobre África. El único problema es que los “reyes” tradicionales africanos ni siquiera se acercan a la figura que se dibuja. Esa imagen no es tanto un prejuicio como una construcción levantada de la nada más absoluta y apoyada en la ignorancia. De hecho, se podría decir que prácticamente nunca se habla de los reyes tradicionales africanos.

 Entre todos los rasgos de identidad de los que habló, Tomàs quiso recomponer esa imagen, cambiarla y edificarla sobre la realidad y el conocimiento. Para empezar, un dato bastante esclarecedor, los reyes tradicionales son considerados, en general por la antropología, “reyes esclavos”. O, por si es necesario ser más claros y en palabras del investigador “tienen muchas más prohibiciones que beneficios”. Basándose en las particularidades del rey de Oussouye, una localidad casamancesa, y contando con que cada uno de ellos se enfrenta a normas diferentes, se pueden mencionar algunas limitaciones: el rey de Oussouye no puede comer ni beber en público, debe llevar siempre la cabeza cubierta y los pies desnudos, no puede salir del territorio del reino, ni salir los días de lluvia, ni cruzar ríos…
Como explicaba Tomàs se utiliza la palabra “rey” para referirse a estas figuras, porque no se ha encontrado ninguna más adecuada, pero no tiene nada que ver con la idea que nos sugiere. El cargo de rey tradicional no es hereditario, de hecho es más bien una sorpresa encontrarse con que uno va a ser nombrado rey. Sin ir más lejos, desde la “marcha de viaje” del rey anterior (tradicionalmente el rey no muere, se va de viaje) en 1985 hasta el nombramiento del actual, en el año 2000, pasaron quince años en los que nadie ocupó ese puesto, fundamentalmente porque el sucesor debe escogerse entre cinco familias y porque las condiciones políticas no eran las adecuadas, con un “conflicto de baja intensidad” que enfrenta desde hace prácticamente tres décadas a independentistas casamanceses con el Estado senegalés.

Una figura de peso
El rey tiene diversas funciones, por un lado es un líder religioso, muchas de las ceremonias de la religión tradicional están lideradas por él; pero también tiene una función judicial, como mediador en conflictos a través de la aplicación de las normas y leyes de la tradición; e, igualmente, tiene una función de redistribución económica. En este último sentido, el rey posee campos que tiene prohibido trabajar, hasta ahí puro privilegio a la manera occidental, sin embargo, tiene la obligación de disponer de un granero del que se alimenta su familia, pero que además está a disposición de cualquier familia del reino que esté atravesando dificultades, esta sí que es una características extraña para nosotros. La organización tradicional, además contrapesa severamente el poder del rey, de tal manera que las funciones están divididas por barrios o linajes y en cada decisión política intervienen diversos linajes. Todo un ejemplo de separación de poderes y un antídoto contra el autoritarismo.
Jordi Tomàs mostró a los alumnos, además las muestras de apoyo que el rey de Oussouye recibe de los ciudadanos de su reino. Y las imágenes de camisetas artesanales, de fachadas pintadas con la figura del rey o de negocios que llevan su nombre no dejan demasiado lugar a dudas. “Podría parecer que la del rey es una figura antigua y exótica, y que en medio de una población inmersa en el mundo del teléfono móvil y de las migraciones resulta anacrónica o decadente. Sin embargo, los ciudadanos, por sí mismos y sin ningún tipo de presión, le tienen un profundo respeto, le apoyan”, explicó Tomàs.
Más allá de las características formales de esta figura, su principal objetivo es llevar la paz al reino, en este caso, una tarea harto compleja. Desde hace cerca de tres décadas la Casamance es escenario de lo que los expertos consideran un conflicto de baja intensidad (por el número de víctimas) que enfrenta a las fuerzas independentistas del MFDC y al ejército senegalés, con escaladas intermitentes y periodos de cierta tranquilidad, pero con una enorme complejidad de actores. Lo cierto es que desde que fue nombrado el actual rey de Oussouye en su reino se ha impuesto un clima de mucha más tranquilidad que en el resto de la región, gracias a los contactos que él mismo realizó. La autoridad (moral) del rey, un hombre que antes del año 2000 era camarero en una zona turística cercana, ha pacificado relativamente el territorio. En estas condiciones tachar su figura de exótica, folclórica o anacrónica produce, como mínimo una mueca de conmiseración ante tanto desconocimiento.

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