lunes, 27 de febrero de 2012

La paradoja: el Estado-nación cuaja y los modelos tradicionales se refuerzan


Es una de esas situaciones que se producen en África y que sólo podemos llegar a entender si decidimos renunciar a los prejuicios. En este caso, concretamente, se impone aceptar que la tradición no es inmóvil, no es retrógrada y no es oscura. Jordi Tomàs, antropólogo e investigador del CEA-ISCTE de Lisboa habló el miércoles 22 de febrero sobre la situación del Estado-nación en África, en el marco del ciclo de conferencias quese está realizando en el Centre Cívic Urgell sobre política y economía africana.

El investigador partió de una premisa importante: “Hace 10 años habría dicho que el estado-nación se percibe en África como algo ajeno, que es rechazado y que no tiene futuro. Hoy no puedo afirmar lo mismo”. Jordi Tomàs reconoció así una visión superficial habitual y por eso quiso ofrecer a los asistentes un análisis más complejo. De esos que pasan por rascar el barniz, de los que implican un riesgo porque están dispuestos a encontrar una respuesta compleja. Y, efectivamente, ese es el resultado: una situación compleja, seguramente, paradójica pero al fin y al cabo real.

En la mayor parte de los lugares de África conviven dos mundos, según este antropólogo, “uno africanizado pero de corte occidental, con escuelas como las de aquí, con hospitales como los de aquí y con sistemas judiciales como los de aquí”, pero a su lado, hay otra realidad, la de la “tradición” (siempre que liberemos a esta palabra de cualquier connotación oscurantistas o inmovilista), con su propio sistema educativo (el de las iniciaciones), con su propio sistema médico, con sus valores y sus estructuras familiares. Como explicaba Tomàs, lo más curioso es como estos dos mundos no son antagónicos, quizá ni siquiera paralelos porque se mezclan, se entrecruzan constantemente. “En el mismo día, una misma persona entra y sale de cada uno de estos mundos varias veces. Puede ir a tratarse una dolencia a un médico tradicional, no obtener el resultado deseado e irse a un hospital. Si tampoco le curan quizá vaya a otro médico tradicional más prestigioso”, contaba el antropoólogo.

Por otro lado, Tomàs explicó el indicio más importante de los que le llevan a pensar que el Estado-nación ha cuajado. Por ejemplo, los movimientos secesionistas actuales (unos 25 en toda África), reivindican la construcción de un Estado propio, no de otro tipo de organización política. No parece ser el modelo lo que les produce rechazo. En la misma línea, la mayor parte de estos movimientos no reclaman la vuelta a las fronteras de los reinos o imperios tradicionales, sino en muchos casos a fronteras coloniales. Son sólo algunos indicios, según este experto, unidos al hecho de que los africanos no tienen ningún reparo en emplear los recursos del Estado cuando es necesario o de declararse miembros de un estado-nación (cuando están en el extranjero).

Sin embargo, no hay que olvidar el otro lado de la moneda, el recurso a los sistemas tradicionales, tanto educativos, como médicos o judiciales y la fortaleza de los grupos étnicos como rasgo de identidad, tanto que muchos estados han preferido no mezclarse en determinados asuntos para evitar descontentos. Así que nos encontramos ante una paradoja, sin duda, pero una paradoja que funciona y hace que África avance con sus propias dinámicas.

El ciclo de conferencias del CentreCívic Urgell (c/Compte d'Urgell, 145) que organiza el Centre d'Estudis Africans continua el próximo miércoles 29 con una sesión de Artur Colom sobre economía africana. El martes 28 de febrero habrá una sesión especial con la proyección de la película "La pesadilla de Darwin". Será igualmente a las 19h

domingo, 19 de febrero de 2012

Llegaron los “dueños” de la paz

Los dueños de la paz son los que deciden qué significa esa palabra y también cuáles son las condiciones de tal manera que puedan imponerla, quieran o no quieran sus destinatarios. En el caso africano por no hacer un esfuerzo para comprender los motivos del conflicto, los “dueños” de la paz imponen una receta que funciona, eso todo el mundo lo sabe. Y la clave de este planteamiento no es la parte que hace referencia a la paz en sí misma, sino la que hace referencia a la imposición de unas medidas concretas (y a la vista de los resultados) equivocadas para alcanzarla.

El conflicto está profundamente arraigado en el imaginario occidental de África. Es un elemento fundamental de nuestros estereotipos desde los tiempos de la colonización que se empeñó en dibujar a los africanos como “salvajes”, como niños, lo que imponía la carga civilizadora que se pretendió dar a esa misión occidental, como explica Fernando Díaz Alpuente, politólogo y especialista en Relaciones Internacionales. En la charla que ofreció el 15 de febrero en el Centre Cívic Urgell dentro del ciclo de conferencias sobre política y economía africana que organiza el Centre d’Estudis Africans i Interculturals, su resumen  de la visión que se tiene las guerras en África no podía ser más clara: “El conflicto africano se presentan como cruento, porque es una violencia que no se entiende; inevitable, precisamente porque no se alcanzan a comprender su motivos; y ancestral”, ya que la única explicación (la más simplista y recurrente), entronca con las explicaciones tribalistas.

Así, en distintos momentos históricos se han impuesto corrientes distintas, según la explicación de Díaz Alpuente, y en los últimos años se han ido sucediendo la del nuevo barbarismo que reduce todos los conflictos a enfrentamientos étnicos, entendiendo que la etnia es un concepto propio del estado de incivilización de los africanos; la de las nuevas guerras, que defiende que ante la inoperancia de los estados se ha impuesto la hegemonía de los señores de la guerra; y la de la maldición de los recursos, que lo reduce todo a la codicia de los individuos, acompañando la explicación de una regla de tres simple, “a más recursos, más probabilidad de padecer guerras”. Salta a la vista que las explicaciones son de lo más reduccionista y que como señalaba el politólogo Fernando Díaz Alpuente “la violencia tiene que ver con el contexto histórico, social, político, económico y cultural de una sociedad”. Es decir, una visión que debe tener en cuenta muchos más factores. Sin embargo, es cierto que esas explicaciones mucho más inmediatas, menos complejas y más incompletas son la excusa perfecta para la acción de los “dueños” de la paz, o en palabras de este experto “el complejo de la paz liberal”, formado por elementos como instituciones financieras internacionales, estados, instituciones internacionales de desarrollo o grupos especializados en pacificación.

Occidente tiene la receta de la paz, no hace falta saber de dónde viene el conflicto, a quién enfrenta, cuáles son sus motivaciones, cuál es la posición de la sociedad…, no hace falta saber nada porque la guerra es siempre igual y la paz se “impone” aplicando una sencilla receta que monopoliza occidente. Para ese “complejo de la paz liberal” la paz es un proceso técnico y un trabajo apolítico. Es curioso, pero ni siquiera hay una técnica que sirva a todo el mundo para dejar de fumar, y ese “complejo” se empeña en tener una única receta válida en todos los casos para imponer la paz.

La receta mágica
Díaz Alpuente hacía una sencilla explicación de los pasos de esta receta. En primer lugar, “hay una dimensión militar que consiste en interponerse entre los contendientes para impedir (físicamente) el enfrentamiento”, sin pensar que eso no resuelve el conflicto, sino que genera una situación de “ni guerra, ni paz”. El segundo paso es la dimensión económica que permite que “empresas extranjeras se encarguen de reconstruir los estragos de la guerra” (huelga decir que al hablar de empresas extranjeras se hace referencia a empresas occidentales). Y por último, hay una “dimensión institucional”, la paz se hace como por arte de magia cuando se impone una “democracia formal” que a menudo, hace por ejemplo que los bandos enfrentados se repartan el poder, al margen de su actuación en el conflicto.

Ironías a parte, es evidente que “las intervenciones se supeditan a intereses extranjeros”, como comentaba este politólogo y que habitualmente se priman las soluciones militares. Por otro lado, el reparto a diestro y siniestro de esta receta universal para la paz obvia las iniciativas locales arraigadas en el territorio impulsadas por los propios protagonistas y que sí que tiene como objetivo resolver el conflicto y no “imponer” la paz. La conclusión de Fernando Díaz Alpuente es lapidaria: “Los africanos saben resolver sus propios conflictos, sólo necesitan que la combinación entre los factores locales y globales les sea favorable a ellos y no a los que se benefician de la guerra”.

El ciclo de conferencias continúa el miércoles 22 de febrero con una charla de Jordi Tomàs que es antropólogo e investigador del Centro d’Estudos Africanos – ISCTE de Lisboa sobre “Estado-nación” en África. Será a las 19 horas en el Centre Cívic Urgell (c/Compte d’Urgell, 145).

jueves, 9 de febrero de 2012

Cuando el poder es, en realidad, los poderes

 
Es complicado hacer un repaso de las cuestiones políticas africanas que parten de la descolonización y llegan hasta la actualidad. Es complicado, sobre todo, porque estamos (queramos o no, seamos conscientes o no) cargados de prejuicios…, dejémoslo, al menos, en influidos por prejuicios. En realidad, no dejan de ser la típica reacción que surge del desconocimiento (quizá decir ignorancia parece demasiado agresivo, ¿no?). Por eso, Rafa Crespo, antropólogo e investigador del Centre d’Estudis Africans (CEA),   que tenía encomendado hablar de esta cuestión (la conferencia llevaba el título “De la descolonització a l’actualitat” y estaba dentro del ciclo de conferencias que se está realizando en el Centre Cívic Urgell) y que conoce el punto de partida intentó, como de costumbre, “romper tópicos”.

“Los actuales procesos (cambios, elecciones…) que se están produciendo en África, no se pueden comprender sin entender la concepción que los africanos tienen del poder”, dijo Crespo. Y su afirmación parece evidente: para entender algo que ocurre, lo primero que intentamos es saber qué significa para sus protagonistas, ¿no? Pero claro, seguramente, muchos se preguntarían: ¡Ah! ¿Pero los africanos tienen una concepción (propia) del poder? La respuesta es tan simple como contundente: sí (y debería sonar como una bofetada a la prepotencia). Escuchando a Rafa Crespo se entiende, no sólo una concepción africana PROPIA del poder, sino que además es compleja y muy sana (aunque eso sea adelantar acontecimientos). “No se puede hablar de el poder, sino los poderes. Y el mayor riesgo para los africanos es que una sola persona reúna todos los poderes”, avanzaba Crespo.

A modo de ejemplo, el investigador señalaba que “no se puede gobernar en Senegal (un país con una tradición democrática que entronca con la francesa desde el S.XIX) sin un acuerdo con los marabouts, los líderes espirituales musulmanes. Cualquier nuevo presidente, lo primero que hace es ‘rendir pleitesía’ a los marabouts, aunque por ejemplo el primer presidente senegalés Leopold Sedar Senghor fuese católico”. Y eso mismo ocurre en muchos otros países. La fórmula para la generalización sería que los cargos electos necesitan una entente con los líderes religiosos (sean, unos y otros, de la confesión que sean).

Pero al mismo tiempo, hay una tercera variable, según Crespo, “el poder, la legitimidad de los marabouts viene de la umma (la comunidad de musulmanes), pero también de su vinculación con las religiones africanas”. Así tenemos un poder con tres patas, el poder político, el poder religioso y el poder tradicional (aunque esta palabra no sea del agrado de muchos investigadores, sirve dentro de la simplificación). Un complejo sistema de distribución del poder, de contrapesos, de estructuras que se controlan entre sí. Vaya, un sistema que se parece bastante a la formulación de la separación de poderes de las “democracias modernas”, pero con una diferencia fundamental: que en el caso africano la separación es real y no sólo formal. Otro ejemplo: gran parte de la legitimidad de la que parece una figura incontestable como la de Nelson Mandela viene de su condición de miembro de la familia real xhosa.

Rafa Crespo habló de muchas otras cosas en el Auditori del Centre Cívic Urgell ante un público formado por medio centenar de personas, desde la importancia de las mujeres en los procesos políticos africanos, hasta el creciente uso de las nuevas tecnologías; desde el nexo de todas las dinámicas africanas con el pasado, hasta las vinculaciones más allá de las fronteras; desde los agentes de las descolonización, hasta las influencias africanas en el arte occidental (con figuras como Picasso, André Breton o Barceló); de intereses económicos, migraciones o diáspora. Vaya imposible hacer un resumen.

En todo caso, esto no ha hecho más que empezar. La conferencia que protagonizó Rafa Crespo, forma parte de un ciclo de charlas sobre política y economía africanas que se celebrará cada miércoles en el Centre Cívic Urgell (c/Compte d’Urgell, 145). La próxima cita es el 15 de febrero a las 19h. en la que el politólogo Fernando Díaz Alpuente tiene el encomendado hablar sobre “Conflicto y gobernabilidad”.