jueves, 1 de diciembre de 2011

Cuando lo invisible influye o la necesidad de equilibrio de la medicina tradicional africana

La primera pregunta es: ¿Estamos sinceramente dispuestos a entender? La que viene después es mucho más concreta: ¿Somos conscientes de que no podemos intentar encerrar  en nuestros cajones mentales una visión del mundo radicalmente distinta? Si la respuesta ha sido afirmativa en los dos casos, adelante. Si hay algún “no”, apaga y vámonos. Esas son las únicas condiciones para abordar una visión de la medicina muy diferente al concepto que tenemos en occidente, la de la medicina tradicional africana que Mawa Ndiaye se preocupó de explicar en el curso “ÀfricaSudsahariana. Especificitats culturals i desenvolupament”, organizado por el Centre d’Estudis Africans.
Es evidente que el sentido de la medicina tradicional africana no cabe en un post, así que nos conformaremos con señalar algunos aspectos concretos que Mawa Ndiaye puso de manifiesto y que, al menos, pueden despertar algunos intereses dormidos. Empezando por el principio el profesor estableció algunos principios básicos, puntos de partida fundamentales. Como por ejemplo, que el pensamiento africano entiende que el ser humano está compuesto de tres elementos:
• La parte material, visible que es el cuerpo. “Cuando nuestra relación con el entorno no está en orden se manifiesta en el cuerpo, que además es el elemento sobre el que actuamos”, explicó Ndiaye.
• La parte invisible que es la psique, el alma, el espíritu, podemos llamarla de muchas maneras. Es inmortal y “es la parte más importante porque determina los atributos”, según la misma explicación.
• Y finalmente, la conexión con el sistema universal, es decir, las relaciones sociales. El ser humano no puede concebirse aisladamente, el hombre africano es un ser fundamentalmente social, por ello la mayor desgracia, el mayor castigo es verse aislado de la comunidad.
Por otro lado, la concepción africana considera que las enfermedades, los accidentes, todo tiene una explicación. La causa última de una enfermedad no es el virus, el microbio o la bacteria, estos son sólo manifestaciones, la causa última en realidad es un conflicto relacional, una ruptura de la armonía del hombre con el entorno (ya sea en forma de un conflicto con otro individuo o de la transgresión de normas básicas de comportamiento).
Visto desde estos puntos de partida, entre otros, como la concepción de los antepasados o del mundo invisible, no es de extrañar que Mawa Ndiaye afirme que no hay incompatibilidad entre la biomedicina y la medicina tradicional africana. Es decir, tienen preocupaciones y objetivos diferentes, así que no tienen porque entrar en colisión.  Si la biomedicina fija el foco sobre la expresión de la enfermedad, sobre la manifestación, la medicina tradicional lo hace sobre lo que considera las causas últimas, sobre el restablecimiento de ese orden relacional que se ha quebrado.
Curiosamente, esta concepción tiene una aplicación sencilla en el ámbito colectivo. De manera que la aparición de un conflicto social también supone una ruptura de ese orden, un fracaso en el mantenimiento de las relaciones y, por tanto, requiere una actuación.
Entrar en detalles de prácticas de medicina tradicional, en actuaciones concretas significaría llegar a un nivel de precisión que requeriría ir repasando cultura por cultura, casi pueblo por pueblo y tampoco se trata de eso, así que es suficiente con una última reflexión. Resulta curioso cómo los ciudadanos africanos han adoptado con naturalidad esta dualidad (biomedicina – medicina tradicional) y son capaces de acudir a las dos disciplinas en función de las necesidades, de la disponibilidad y, en ocasiones, de las posibilidades. La mentalidad occidental, a menudo, desacredita y desprecia la medicina tradicional. Sin embargo, la mentalidad africana considera que el abanico de soluciones se ha ampliado. ¿Podemos aprender algo de eso?

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