sábado, 3 de diciembre de 2011

La diáspora: la malla que abraza e integra a los migrantes

Rafa Crespo se empeña en cambiar la concepción que tenemos de la inmigración. “La migración no es un accidente. La diversidad no es buena ni mala. Forma parte de la humanidad”, aseguró en la sesión sobre el impacto de las migraciones en el desarrollo que impartió en el curso “Àfrica Sudsahariana.Especificitats culturals i desenvolupament”, organizado por el Centre d’Estudis Africans.

Una de las diferencias es que las sociedades africanas han asumido las migraciones como un proceso normal, tanto es así que Crespo pone de manifiesto que a pesar de la conciencia de ser migrantes, las poblaciones africanas mantienen fresco el recuerdo de sus antepasados. “En los pueblos africanos todo el mundo tiene presente quién fue el primer poblador. ¿Quién fundó el pueblo? ¡Pues un inmigrante!”, explicó el ponente con una argumentación aplastante. Por este mismo motivo, los movimientos migratorios se observan desde una perspectiva histórica. A menudo se dice, por ejemplo, que los españoles se han olvidado de que en un tiempo (no lejano) fueron un país de emigrantes; cuando se les pregunta por la inmigración a los africanos, no tienen reparos en remontarse con naturalidad a los episodios de la trata negrera, del alistamiento en los ejércitos coloniales para combatir en las guerras mundiales o de su participación (demandada e incentivada por las potencias) en la “reconstrucción de Europa”.
Esta dinámica permite que en África se asuma este fenómeno de manera diferente. Así, según Crespo, con la explicación de su parentesco, los africanos están mostrando verdaderamente cómo han sido las interacciones con otros grupos, con otros pueblos, como se han ido encontrando por largo camino de siglos y cómo se han ido mezclando. Sin embargo, en la sociedad occidental este análisis se hace de manera acumulativa, las diferentes etapas (los visigodos, los fenicios, los romanos, los árabes… que han pasado por nuestras ciudades) se asumen como capas superpuestas, como las mantas de una cama que se ponen una sobre otra.

El elemento fundamental

Las migraciones africanas tienen, con el riesgo que suponen las generalizaciones, una característica muy particular que se deriva directamente de ese funcionamiento del grupo, de esa solidaridad comunitaria y de su visión de la sociedad. Se trata del fenómeno de la diáspora. La explicación es bastante simple; la aplicación, un poco más compleja desde la mentalidad occidental; y el resultado simplemente desencadena una energía tal que es casi una garantía de supervivencia. El concepto viene del griego “spora” que hace referencia a la dispersión de las semillas. Para que la diáspora funcione a máximo rendimiento necesita que las semillas estén dispersas y hayan enraizado, según la explicación de Crespo. Y en este caso, las semillas no son otra cosa que aquellos migrantes que han salido han viajado antes.
Cuando los migrantes salen normalmente sólo tienen un teléfono, una única referencia, el de un familiar (en el sentido amplio), un amigo o un vecino. Esa es su conexión con la red de la diáspora. “Los viajeros siempre llegan de noche”, bromeaba Crespo para añadir tensión dramática a su relato. El caso es que las leyes de la hospitalidad obligan… Pero lo hacen tanto al contacto como al recién llegado. Este último será acogido, sin duda, pero la solidaridad comunitaria no contempla la figura del “aprovechado”. Para Crespo la norma de los tres días es fundamental: “El primer día el anfitrión pondrá a su huésped pollo para comer, un manjar; el segundo le dará pescado seco, un plato un poco más modesto; y el tercero, le pondrá una azada encima de la mesa”. El acogido tiene dos opciones, o ponerse manos a la obra, o marcharse, porque conoce la responsabilidad que tiene hacia el grupo que le ha acogido. El grupo, por su parte, le arropará, le ayudará a establecer los primeros contactos y le facilitará en la medida de lo posible su adaptación. Después estará listo para ser un nuevo punto de la red y para convertirse si fuese necesario en anfitrión.
Sin embargo, hay un elemento fundamental de este proceso que hasta este momento de la explicación se ha mantenido oculto, básicamente, para no complicarlo. Hasta este momento se ha hablado de redes, como un concepto fácilmente comprensible, pero la red es horizontal, plana, mientras que la estructura que forma la diáspora es tridimensional, por lo que sería más correcto hablar de malla. El pensamiento africano es integrador y por eso es capaz de hacer que se mezclen redes basadas en la coincidencia religiosa, otras con fines económicos, de lugar de procedencia o de cualquier otro tipo de afinidad. En el momento en el que estas redes diferentes se tocan en un punto, hay un elemento común se integran y forman una única estructura, por eso cada individuo aporta todavía una mayor riqueza y cada movimiento hace que la malla se haga más tupida, más estable, más acogedora.
Rafa Crespo pone el colofón de una manera sencilla: “En África, todo empieza y todo acaba en las redes”.

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